A nivel cerebral y neurológico, la música brinda innumerables beneficios a quienes la practican regularmente. Las investigaciones realizadas por Richard Frackowiak del Instituto de Neurología de Londres, han comprobado que el cuerpo calloso (conglomerado de fibras nerviosas que conectan los hemisferios cerebrales transfiriendo información de uno a otro) es más grueso y está más desarrollado en los músicos que en otras personas. Esto comprueba que la música incrementa las conexiones neuronales y estimula tanto el aprendizaje -actividad prioritaria del hemisferio izquierdo-, como la creatividad, actividad principalmente desarrollada en el hemisferio derecho.
Este investigador también descubrió que el lóbulo temporal de la corteza cerebral es más pronunciado en los músicos. Al parecer, en esta zona del cerebro que está relacionada con los procesos del lenguaje se “clasifican” los sonidos, lo que sugiere la existencia de un eslabón perceptivo entre el lenguaje oral y el lenguaje de la música. La música estimula una zona del hemisferio izquierdo que también se asocia con el lenguaje, llamada área de Broca, lo que ha llevado a los investigadores a pensar que en esta región se interpretan no solamente los sonidos del lenguaje, sino todos aquellos que, de alguna u otra forma, nos resultan familiares.
En un artículo aparecido el 23 de abril de 1998 en el Journal Nature, se refiere que investigadores de la Universidad de Münster, Alemania, descubrieron que las lecciones de música en la niñez agrandan el cerebro de quien las recibe. Estos investigadores encontraron que el área cerebral que se ocupa del análisis de las notas musicales, es un 25% más grande en los músicos que en la gente que nunca ha practicado la ejecución de un instrumento. Estos hallazgos sugieren que los músicos, a diferencia del resto de la población -y debido a su entrenamiento-, crean nuevas conexiones neuronales para procesar los sonidos y mejorar su sincronización durante la práctica de un instrumento, lo que ocasiona que el área se vaya agrandado a través de la práctica y la experiencia.
Conjuntando los resultados de un gran número de investigaciones, se ha llegado a la conclusión de que no existe una zona cerebral exclusiva y específica encargada de procesar la información musical, sino que la apreciación y el ejercicio de la música comprometen, y por lo tanto favorecen, la actividad cerebral completa.
Fuente: Agudelo, A. & Soto, G.